Caminando por las calles de San Salvador de Jujuy, en estos días de tanto calor, cruzando de una vereda a la otra buscando esa sombra que ataje un poco este calorcito intenso, encontré a unos turistas desorientados.
Era una parejita de mochileros, que miraban atentamente el Río Chico, o por lo menos eso creía yo.
Curiosa de verlos tan atentos, me acerque, los salude y me presente. Muy simpáticos me saludaron, venían de lejos, desde Puerto Natales, Chile. Rodeados de tanta agua pensaba que era lo que les causaba tanto asombro, y me puse a la par de ellos a mirar.
Comencé a notar el caudal del río que con estos días de lluvia creció y se lo veía con tanta fuerza y vida que a pesar del ruido de los autos y colectivos que pasaban por el Puente Lavalle se podía sentir su sonar entre las piedras. De pronto veo un pajarito en la orilla del río intentando bañarse en esas aguas que ahora corrían de prisa, subí la mirada y vi los edificios que se están a lo lejos mas allá del siguiente puente (Puente Gorriti). Como adornando el fondo de la infraestructura se veían los cerros, mezclados con el color azul brillante del cielo que por el sol reinante en ese instante hacia difícil subir la mirada al cielo. Aun así podía ver la belleza que nos rodeaba.
Sin darme cuenta ya había despedido a los amigos turistas y estaba sola parada con mis brazos sobre el barandal del puente y mirando a lo lejos… en realidad a lo tan cercano y cotidiano que nos rodea y que por simple curiosidad me acerque a unos turista a ver la belleza que tan solo estaba delante de mi.